Una vez tuve todo el dolor del mundo en mis manos. El dolor sin límite, infinito, humillante … lo tuve una vez en mis manos.
Me borró el concepto de ‘tiempo’; no recuerdo cuanto lo tuve. Abrasó mi piel, me cegó la vista; con él ardieron todas mis esperanzas. También apagó mi voz.
Hoy mis manos son ceniza. Polvo gris que a duras penas sirve para escribir sobre ello.